CADA DÍA, al llegar al colegio, la acechaba. Pocas veces era puntual. Cruzaba la puerta
y él entraba tras ella. Esa mañana llevaba un impermeable nuevo, gris verdoso.Esa mañana,
cerrada la puerta, ella corrió. Sus tacones repicaron sobre la acera. El pelo suelto,se
movía al compás. Esa mañana, medias negras, falda de mezclilla, chaqueta de lana oscura
con un gran cuello, carmín en los labios. Ella se tomaba en serio. Sin duda tenía una
reunión. Esa mañana botas marrón claro. Descalza, debe medir uno sesenta y cuatro,
mi talla. Cabello medio largo, entre rubio y castaño.Ondula, hace pensar en el mar.
Sé muchas cosas sobre ella y su manera de andar. Por la tarde la miro a gusto. Está
inmóvil, tendida en la arena o en la hierba. Es mía. Esa mañana la esperé para nada.
El sol me cegaba. Pasé la mañana fuera. La gente se preguntaba por qué no estaba en clase
y si tenían que denunciarme por hacer novillos. Me tendí en un banco, tenía frío.
Se me ocurrió una idea, una especie de voto.
Hablarle antes de que la savia hubiera devuelto sus hojas a las ramas de
los plátanos.
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